Todas las personas tenemos el deber de socorro, pero a los médicos, además, nos obliga la deontología profesional.
La mayoría de nosotros tenemos la experiencia de haber atendido a alguien en la calle: un síncope, una intoxicación etílica, alguien que se atraganta en un restaurante... (nuestra pesadilla más recurrente es tener que abrir una tráquea con un cuchillo de cocina y meter el tubo de plástico de un bolígrafo bic, por la membrana cricotiroidea).
El fin de semana pasado fui a evadirme a un Centro comercial; yo estaba disfrutando como un verraco en un charco de barro entre cortinas y toallas, cuando por el altavoz se escucha:
"Por favor si hay algún médico en el Centro rogamos se persone en la cafetería".
_¡Puag!, ¿pero aquí también?, pensé. Dudé un segundo entre hacerme la sueca o salir pitando a socorrer a quien fuese, me decidí por lo segundo y salí corriendo, pero el maldito Centro comercial es como un laberinto y cuando había pasado por tercera vez por las cortinas y toallas pensé que si la cosa era grave estábamos apañados; me acerqué a un dependiente para preguntarle cómo llegar a la cafetería y me llevó, por un atajo no permitido al público, derechita a mi destino. Al llegar me informaron de que una chica se había mareado pero que otro médico que estaba allí mismo la había atendido y se había recuperado rápidamente.
¡En fin! es lo que tiene el pollo con arroz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario