sábado, 17 de noviembre de 2018

EL DETENIDO MAJARETA

     Entre las múltiples tareas que nos han encomendado a los médicos de familia, está la de atender a los detenidos por parte de la Guardia Civil o la Policía en las horas en que permanecen retenidos, cosa que deberían hacer otras instancias y sólo en el caso de que en éstas no esté el personal adecuado tienen que pasar a ser atendidos en el Centro de Salud pero, ¡oh, misterio!, casi nunca está ese personal y nos toca a nosotros lidiar con pacientes esposados, escoltados, a veces con capucha en la cabeza ( curiosamente los guardias civiles ) y por supuesto a la mayor brevedad posible para que no cunda la alarma en la sala de espera.
 
       Hace unos días acude al Centro por la tarde un detenido joven con claros síntomas de ansiedad y al ser preguntado por el motivo de la consulta refiere que necesita una medicación para tranquilizarse (hablaba de una en particular) y la compañera que le atiende le comenta que solo hay diazepam 5 en nuestro botiquín y es lo único que se le puede dar. Ni corto ni perezoso comenzó a darse cabezazos contra la pared y gritando que se iba a suicidar de esa manera tan chunga. La frente como un pimiento morrón y de pronto se para y dice :
_ así no voy a conseguir nada, me tendré que dar los cabezazos con la nuca que es una zona con la que es más fácil suicidarse.
   ¡Ay madre! los policías le consiguieron parar y le sentaron en la silla pero el detenido era tenaz y subiendo las rodillas comenzó a darse mordiscos en los pantalones con la esperanza de que la tela le produjese una lesión letal en el aparato digestivo.
 
     Mi compañera con los ojos a cuadros comprendió que no eran intentos de suicidio sino una alteración de la personalidad como la copa de un pino.

    _Tenga el diazepan señor agente, cuando vayan a comisaría que se tome dos.

    ¿PERO PUEDE HABER ALGUIEN TAN CAZURRO?



domingo, 22 de abril de 2018

DÍA DE ESTRENO Y JAMACUCO

Después de seis años y medio vuelvo a cambiar de Centro de trabajo. Soy una persona que no puede estar trabajando mucho tiempo en el mismo sitio. Transcurridos unos años me ahogo si veo siempre a los mismos pacientes que además se hacen absolutamente dependientes de ti y acaban por consultarte hasta lo que no son problemas de salud:
_ ¿ Voy de viaje o no voy?
_ ¿ Me separo o no me separo?
_ ¿ Como tomate o no como?
_ ¿ el Madrid o el Barca?

Acabo de recalar en el mismísimo centro geográfico de la capital donde hay una población ancianísima. El primer día todas las historias clínicas eran iguales: hipertensión, diabetes, hiperlipemia, cardiopatía isquémica, insuficiencia cardiaca, fibrilacion auricular anticoagulada. Recibí una dosis de realidad de lo que va a ser el futuro inmediato en este país en cuanto a asistencia sanitaria se refiere: ANCIANOS CON PLURIPATOLOGÍA.

La consulta transcurrió sin incidencias y me dije: " Por fin en este Centro hay menos urgencias" (el hospital está al lado y eso contribuye). Cuando ya había terminado de atender a todos los pacientes aparece en la puerta Rosa, una señora de 82 años con cara de sonámbula diciendo que necesitaba recetas y había perdido la tarjeta sanitaria.
_Tranquila, le digo, las hacemos en un momento buscando su historia clínica. Veo que en la carpeta que lleva tiene escrito en un folio con letras grandes:" recoger en el mostrador la nueva tarjeta". Me doy cuenta de que Rosa tiene un inicio de demencia senil y le apuntan todo en su carpeta.
   Cuando ya se marchaba del Centro con su nueva tarjeta y sus recetas ¡zas! le dio un jamacuco y entró otra vez en la consulta, de urgencia, blanca como la pared y sudorosa como un pollo remojado. Después de la exploración y diversas pruebas todo se redujo a una bajada de tensión que remontó con la chispa de la vida (una coca-cola). Llamamos a sus familiares para que vinieran a buscarla y le ajustamos el tratamiento.

¡Hala! vaya usted con Dios a su casa que yo me voy a la mía.