viernes, 22 de julio de 2011

NECESITO VACACIONES CON ¡ URGENCIAA !

En Medicina se habla de número de consultas realizadas al año con cifras que asustarían al mismísimo Instituto Nacional de Estadística.

Cuando va llegando el verano y veo las vacaciones cerca, me empieza a entrar lo que yo llamo el "punto crítico de saturación"(como el disolvente que no admite más soluto). En ese momento me pueden ocurrir síntomas alarmantes de cansancio como pueden ser:

_Seguir la conversación del paciente que ha salido por la puerta con el que entra después (horror).
_Parálisis de sueño (horror horroroso).
_Cambiar el orden de las palabras, por ejemplo, acude alguien con vértigo y pregunto: ¿le dan cosas las vueltas? (le vuelvo a hacer la pregunta y lo vuelvo a decir al revés).
_Ver la lista de los pacientes del día y me dan sudores.
_Olvidar palabras corrientes (Alzheimer prevacacional).
_Me pongo a auscultar al paciente con los extremos del fonendoscopio en el cuello en lugar de colocados en los oidos (claro, no oigo nada).

Mis pacientes corren más peligro en la consulta que haciendo rafting en un río de aguas turbulentas.

domingo, 17 de julio de 2011

Y EL PAJARITO ALZÓ EL VUELO

Cuando eres residente de medicina, mujer y tienes 24 años, las historias de las vidas de los pacientes te acaban importando más que los motivos por los que acuden a Urgencias.

No recuerdo su nombre pero tenía más de 80 años, era una mujer alta, aún con buen tipo, bien vestida y los labios superpintados. Me llamó la atención el hombre que la acompañaba que también era alto, bien parecido y vestía un traje color beige, casi blanco, a juego con su pelo cano.

El motivo de la urgencia fue un dolor torácico que ella padecía desde hacía unos días; acudió al hospital porque, según dijo, no quería morirse de ninguna de las maneras, ni de infarto ni de ninguna otra cosa, ya que aseguraba estar viviendo, desde hacía un tiempo, la etapa más feliz de su vida junto al hombre al que había amado desde joven y por el que había esperado más de cuarenta años.

Ese hombre,el que la acompañaba, se había casado con otra mujer con la que tuvo varios hijos; ella por su parte, se había casado con un notario por despecho pero nunca se llegó a consumar el matrimonio, ya que, según contaba, seguía enamorada de aquél otro hombre y además su marido "no sabía ni besar"(creo que me quiso dar a entender que el notario era gay). Quiso dar marcha atrás a ese matrimonio fallido, intentando obtener la nulidad eclesiástica (eran otros tiempos), por lo que tuvo que enseñar "el pajarito" ( así es como lo llamaba ella) a los peritos médicos que hubieron de certificar la no consumación de aquél desdichado enlace.

Tras muchos años separados y habiendo él enviudado, el hombre de beige y la mujer de los labios pintados volvieron a encontrarse en la tierra que los vio nacer, y desde entonces vivían juntos y felices. No me atreví a preguntarle a ella si "el pajarito" había alzado el vuelo, pero supuse que sí.

Su historia era tan romántica que nos enfrascamos en ella y tras una hora de conversación llegaron los resultados de las pruebas pedidas (EKG, analítica,etc ). Se le diagnosticó un dolor torácico inespecífico. Ella sacó su barra de labios, se los pintó con mucho cuidado y se marchó del brazo de su hombre, haciendo la pareja más hermosa que había visto nunca.

jueves, 7 de julio de 2011

¨ DIENTES, DIENTES, QUE ES LO QUE LES JODE"

Famosa frase de Isabel Pantoja para la posteridad, que me viene muy bien para aludir al tema de los dientes, que, efectivamente, joden mucho cuando se te ponen malos.

El dolor de dientes o muelas está entre los peores que puede sufrir el ser humano.Todos recordamos ese dolor por caries en la infancia; te dan ganas de arrancarte la muela dándote un mamporro a ti mismo.

Ahora a los niños se les cuida bastante la dentadura dentro de la S. Social y fuera de ella. Lo malo llega a los 40 años, cuando empiezan a fallar los dientes. Los adultos cada vez más recurren a los implantes cuando no hay más remedio que quitar una pieza. Pero aún hay personas, sobre todo mayores, que llevan dentaduras postizas, de esas... que se les caen cuando abren la boca para enseñarte la garganta, de esas... que hay que quitar inmediatamente cuando hay que hacer resucitación, de esas... que les quedan grandes según envejecen las mandíbulas, de esas... que aparecen en Objetos Perdidos.

A veces los dientes saltan, literalmente.
_Dr. vengo a comentarle que el puente de arriba me ha hecho daño en la encía porque no me ajusta. Y...el puente aparece, dando un salto, encima de la mesa.
_Dr. me han dicho que tengo piorrea y se me mueven algo las piezas. Y...un diente ponzoñoso brinca delante de tus narices.

Se comprende que ir al dentista es caro y no está al alcance de todos los bolsillos, amén del pavor que tienen algunas personas al torno y la anestesia, pero "un poquito de por favor", mantengan ustedes los dientes dentro de la boca.

domingo, 3 de julio de 2011

CONCHI Y LA DEFENSA PERSONAL

Ya os he hablado de Conchi, la tremenda neurótica de mi cupo. En una ocasión vino a mi consulta llorando, porque la semana anterior su marido le había dado un guantazo.

Os diré que Conchi se había casado, ya mayor (con más de 40 años), con un sujeto que había conocido en "Terapia de Grupo", y que como podéis suponer tampoco estaba muy equilibrado. No era mala persona, pero Conchi le debía sacar de quicio y cuando se peleaban acababa dándole un mamporro a su esposa.

Por supuesto a mi paciente la convencí de que nadie tiene derecho de agredir a nadie, y que la próxima vez no se dejara pegar, que se defendiera y que lo denunciara.

Y, mira por dónde, en la siguiente trifulca, lo primero que pilló Conchi fue un paraguas que enarboló como una espada dando paraguazos al aire, pero su marido lo agarró en una de las embestidas, y se lo caló a Conchi en el cogote como quien cala una boina.

Volvió a la consulta a contármelo y al imaginarme la escena me dió un ataque de risa que enseguida contagió a la paciente, y las dos:
_ "ja,ja,ja"....."ja,ja,ja".
_Conchi, tu vida es un guión genial para una película de Almodóvar, le dije entre carcajada y carcajada.

Sorprendentemente, la paciente nunca fue a urgencias para denunciar los golpes de su marido, probablemente, porque yo creo que Conchi aunque no lo reconociera, también le arreaba a su pareja, si no con la mano, sí con la palabra, que por cierto lanzaba con toda precisión al corazón del adversario.